Esta foto es del día que cerré mi oficina. Hoy se cumplen dos años. Me puse las gafas para esconder mis ojos hinchados de tanto llorar. Tenía una mezcla de sentimientos. Por un lado trizteza y ansiedad por todos los cambios tan drásticos y repentinos que estaba experimentando y por la incertidumbre, de no tener claro qué pasaría después y hacia dónde me dirigía la vida. Por otro lado tenía una extraña sensación de entusiasmo, alegría y paz porque aun en ese momento podía reconocer que no importa lo que pase, siempre estoy mejor "al otro lado" y aunque no pueda verlo, confío. Yo sabía en mi ser, que todo esto pasaría y que estaba cerrando un ciclo para abrir otro de mayor bendición aun.
Es curioso, pero ahora miro atrás a ese tiempo y aunque fue bueno, no regresaría. Lo veo como un pasado hermoso, pero pasado al fin. La vida nos recompensa cuando confiamos y sabemos esperar. Y lo que vivo hoy es mucho mejor. Es bello cuando podemos disfrutar el camino segun se presenta aunque no podamos verlo completo. Cuando confiamos y nos dejamos guiar por el alma que nos dice, "todo está bien".
¡Bienvenidos los cierres de ciclo y nuevos comienzos!
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